4 de marzo de 2015

Una esquina

Una esquina cualquiera de una ciudad cualquiera, pongamos Santa Isabel esquina Tres Peces, pongamos que hablo de Antón Martín.

Tío, dame algo para comer.
Un chico joven y regordete, vaqueros y sudadera gris, no tiene mala pinta, podría ser un vecino del barrio, me pienso los bolsillos –y me los tanteo también- y enseguida recuerdo que justo voy al cajero porque no tengo nada, ni una sola moneda, ni para el metro.
    Pues no tengo un duro, lo siento…
Instantáneamente me vuelvo invisible para  él, ya no existo, se gira hacia otra persona y repite; “tío, dame algo para comer”.

Me molesta su actitud, mucho, y se lo digo cuando la otra persona le ignora.
 
     Oye disculpa, pero podías tener educación…
-      ¿Eh?
-     Que digo que al menos al menos podías no ignorarme de esa manera cuando te he dicho que no llevo nada, a lo mejor darme las gracias por intentarlo y mirarme los bolsillos y prestarte atención, si hubiera tenido algo quizá te lo hubiera dado pero justo voy al cajero porque…
-    Vale vale tío, pues gracias por nada.
-    …
Pasa una chica.
-    Tía, dame algo para comer.
Le da una moneda, la mira -la moneda- con desprecio,  no da las gracias, no dice nada.
-     Yo lo que te quería decir, lo que te quiero decir –me pongo nervioso, manda huevos- es que podías tener un poco más de ed…
 
-    Que si que vale tronco, que me dejes en paz…
Mis nervios se transforman en mala hostia, me alejo cuatro pasos…, dejo pasar unos segundos para recomponerme. Vuelvo hacia él, ando despacio, muy despacio, en plan chulo, levanto una ceja, como un entrenador de fútbol…
-      Vamos a ver colega, si yo lo digo por ti.
 
-      ¿Eh?, pero me quieres dejar en paz ya tío plasta…
 
-       Vamos a ver tontolculo, si yo lo digo por ti…
 
-       …
 
-     Yo puedo creer que necesitas el dinero o no, pero tú no debes dejar dudas, si te dedicas a esto tienes que ser buen actor colega. 
 
-     ¿Pero de qué vas…?
 
-     Pues voy de que no me voy a separar de ti hasta que me escuches, voy de que no te voy a dar un duro, y es acojonante que posiblemente lo hubiera hecho de haberlo tenido, pero ahora voy de que te voy a dar mucho más, te voy a dar una lección, y si quieres aprendes de ella, o si no quieres no, pero yo me voy a dar el gusto de enseñártela…
Me da la espalda, baja la calle, apenas le sigo, levanto la voz y grito lo primero que se me ocurre.
-    ¡Que no te vuelva a ver por aquí!
Tras unos segundos... me da pena, me doy pena. Uno más él, uno menos yo..., o al revés.