“Faltaba apenas un año y medio para que el hombre hollara la
luna, allá por 1969, y dos personas, de esas como usted y como yo, muy
occidentales ellas y que se amaban la una a la otra, no podían hacerlo dónde y
cómo querían porque las leyes se lo prohibían…”
Algo así como esto captaron mis oídos fastidiándome la
tranquila siesta de un adormecido domingo, ese en que nuestro tenista resucitado
acababa de ganar otro mil-torneo, cuando se supone que a esas horas la tele
está para amodorrarte cariññiioosamente…, no para despertarte la conciencia con
semejante información.
El televisivo documento explicaba como aquella pareja –blanco,
rudo, semi-irlandés él; medio negra, medio india ella- no había tenido otro
remedio que trasladarse de estado dentro de los EEUU pues las leyes de Virginia
–y aún en otros 15 estados- prohibían las parejas interraciales, no así en el
“avanzado” estado de Washington, donde si se les permitía cohabitar, todo ello un
par de años antes de que Armstrong diera el pasito de marras en nombre de todos
los humanoides. Tan delante, tan detrás…
Así que el reportaje incide -e insiste again & again- a través de unas imágenes
grabadas “como por casualidad” en la gran labor de los jóvenes y exitosos abogados
que los defendieron, y en su dura lucha de años, hasta llegar al tribunal
supremo para que fueran reconocidos sus muy evidentes derechos a con-vivir dónde quisieran, por
ejemplo allá en el estado de Virginia, dónde tenían cerca a sus familias.
Pero..., no es ese triunfalista & american & moraloide
discurso el que me despierta del todo de mi sesteo, sino unas aparentemente imágenes
meramente documentales…
Son las fugaces imágenes de ELLOS, las de él y las de ella,
juntos, casi siempre, y por separado –casi nunca- en que se percibe claramente como
ese sobrio y rudo rubio de ojos azules y esa dulce mestiza de suave tez se
amaban, de forma callada, él apenas habla, ella sólo si le obligan, y haciéndolo
de forma firme y concisa…
Esos dos que…, evidentemente… SE AMABAN.
Eso, y sobre todo eso es lo que me despertó, esas imágenes de
dos personas que compartían todo, especialmente su mutuo amor, como si fuera lo
más natural del mundo.
Estaba, estoy aún, estupefacto…
Y el remate final, el bofetón-despertá -a lo mascletá
valenciana- fué el siguiente: ¿cómo se llamaba esa pareja…? … ¿Mr & Mrs…?
Mr & Mrs LOVING.
¡Oh vamos… venga ya!
Pensé, sentí...
Pensé, sentí...