Ayer mi hija pasó por casa “a coger unos libros”, no la
esperaba y por eso me alegró aún más, aunque no estaba muy comunicativa, ya se
iba murmurando un “taluego” en el pasillo. Me inventé una excusa para charlar.
-
¿Vienes el domingo a comer?
-
No sé.
-
¿Estás bien?, ¿te pasa algo?
-
No me pasa nada ¿qué me va a pasar? ¿me tiene
que pasar algo?
-
Perdona pi…
-
…
-
Ya avisas si vienes al final, si vienes muy
bien, y si no también…
-
¡¿Qué?!
-
Porque en el segundo caso me como tu ración de
croquetas.
-
A lo mejor …papá, igual… ¿igual…? ya habías
captado que no estoy de “humor” para tu “buen” humor, graciosete cansino…
-
¿Yo, “capt”-qué? nada de nada he captado hija
mía, en ab-so-lu-to, si estás que te falta bailar claqué de alegría…
-
¿Claqué?, me estás…me, me pones… ¿sabes que a veces
también se puede tener un día de mierda y no pasa nada por no sonreír o
bromear?.
-
Si, supongo, mmm ¿se puede?, déjame pensar.
-
Oye mira…, déjame en paz, me voy.
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¡Eh eh espera!, ¿sabes que estamos por aquí unos
cuántos a los que nos encantaría que…?
-
¿Qué?
-
Que nos soltaras tu mierda.
-
…¿Ah si?
-
Si.
-
…
-
Venga.
-
¿Venga qué?
-
¡Enmierdame!
-
¿Qué te “enmierde”?
-
Si, enmierdame mucho cariño.
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Que idiota eres.
-
¿Y ahora de que te ríes pitufa?
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Eso digo yo…
-
¿Y ahora por qué lloras?
-
…
-
Eh, estoy aquí, en serio…
-
…
-
Llora lo que tengas que llorar
-
…
-
Pero no me mojes mucho el hombro que la camisa
es de las buenas…
-
Bobo…, papá…
-
Dime hija.
-
Nadie me va a querer nunca.
-
¿Ah no?
-
No.
-
¿Qué ha pasado?
-
Ignacio y yo lo hemos dejado, bueno, lo ha
dejado él, me ha dejado .
-
Lo siento mucho.
-
Ya te dije que estábamos mal, pero pensaba que
lo arreglaríamos como otras veces, pero no quiere intentarlo de nuevo.
-
¿Tú si quieres?
-
Si, yo le quiero, pero él a mí no.
-
¿Y por eso nadie te va a querer nunca?
-
Si, y porque no entiendo nada, no sé querer, no
sé hacer que me quieran.
-
Si que sabes mentirosilla.
-
¿Tú que sabrás?
-
¿Yo?, ¡buf!, yo sé mucho, si sabré yo lo que sé…
-
Un listillo es lo que eres tú.
-
También, y como listillo que soy sé que esto
pasará y será para mejor, seguro.
-
Pero…
-
¿Pero?
-
Es que no entiendo, dice que me quiere pero que
no quiere seguir conmigo, en realidad yo creo que no me quiere ni me ha querido
nunca, ha sido todo una mentira.
-
Si te quiere., claro que te quiere.
-
¿Ah si? ¿si verdad? Entonces porque…
-
Te quiere pero no te quiere querer.
-
¿Cómo?
-
Puedes querer a alguien pero no “querer
quererle”, elegir no seguir queriéndole, elegir dejar de “elegirle” cada día.
-
Que complicado.
-
No tanto, querer a alguien se compone de mil
cosas, emociones, deseos, visiones, etc. pero hay dos cosas básicas; “querer” y
“querer querer”, si una de las dos falla en uno de los dos, casi siempre la
segunda, se acabó.
-
Pues… ¡yo le quiero y quiero seguir queriéndole!
-
Te comprendo pitufa…, pero él no, tienes que
aceptarlo, tiene que ser mutuo.
-
Supongo, pero…
-
Llevabais mal mucho tiempo, tú misma veías
problemas, no compartíais ni aficiones, decías que a veces era cuadriculado.
-
Si…, pero es, …era “mi cuadriculado”.
-
Ya…
-
Me siento fatal, no sé cómo voy a superarlo…
¿por qué no me quiere?
-
¿Por qué le quieres tú a él?
-
Ya te lo he dicho, y… voy a luchar por él.
-
Bien, es una opción, pero mira, no sé…, piensa…,
quizá no te va a ayudar mucho pero en fin, ¿mereces estar con alguien que no te
quiera, que no te quiera “del todo”? ¿no es faltarte a ti misma al respeto? ¿alguien
merece eso?.
-
Puede ser…
-
Ahora tu primera tarea es asumirlo, aceptarlo.
-
¿Y cómo se acepta algo así?
-
Yo una vez hice un cartel..
-
¿Un cartel?
-
Si, con veintipíco años, los que tú tienes, lo
hice bien grande y escribí en mayúsculas: “NO TE QUIERE”, y lo miraba cada
mañana, dolía, pero me ayudó.
-
Ya te vale, muy gráfico si, siempre con tus auto
teatros y mini dramas, ¿y es cuando leíste todos esos rollos del laberinto
emocional y eso?
-
Laberinto sentimental.
-
Bueno eso, y el arte del amor.
-
El arte de amar.
-
Vale, esos que no pienso leer, tío plasta…
-
Up to you
Darling…
-
Que si viejuno…, que ya sé que controlas de
inglés muchas frases hechas…
-
¿Me? mogolloning.
-
Oye…
-
¿Qué?
-
… Gracias, ya me iba, pero estoy un poquito
mejor.
-
Gracias las que ud. tiene señorita.
-
¿Te he enmierdeado mucho?
-
Un poco, pero poquiño, y me gusta hasta el olor,
no te digo más…
-
Iba a escribirle una carta.
-
¿A quién?
-
A Ignacio.
-
¿Una carta al imberbe?, que antigua ahora tú.
-
Hacía mucho que no le llamabas así.
-
Bueno, pero lo seguía pensando, es un imberbe,
un imberbe majete a veces pero un imberbe, que quieres que te diga, no le sale
la barba.
-
Ahora ya no.
-
¿No qué?
-
No le voy a escribir…, ¡igual me hago un cartel!
-
No te pega, nunca has puesto nada en las
paredes, solo en los cuadernos, montoooones de cuadernos…, con montones de
dibujos, y de letras, letras pequeñíiisimas, letras enormes, letras rarísimas…
-
Si, no me pega pero vete a saber, no siempre
tengo que ser tan diferente a ti.
-
Vale vale, lo compro.
-
Oye, ¿te cuento un secreto?
-
Dime.
-
Si me gustaba.
-
¿El qué?
-
El claqué.
-
¡¿Eh?!, sabía yo…
-
Que aún así “conticoneso” sigo pensando que a
quién se le ocurre meter a una clase de claqué llena de adultos a una niña de
diez años…
-
No duraste ni cuatro meses.
-
Claro, se reían de mí por todos lados.
-
Si ¡sorry!, o sea ¡perdón!, si…, se me fue la
pinza, era mi sueño, no el tuyo, pero… ¿de verdad te gustaba?, me odiaste, no
me permitiste llamarte pitufa en mucho tiempo, por cierto, ahora lo he hecho un
par de veces, tres con esta creo…
-
Ya, me he dado cuenta carapapa…
-
¿Eh…? ¿cómo? ¡carambaina!.
-
¡Papafrita!
-
¡Pitufa!
-
…
-
…
-
Te quiero puñetero.
-
Te quiero pitufa.
-
Oye, espera…, papá…, ¡papá!
-
¿Qué?
-
Estaba pensando… ¿vas de padre perfecto no?
-
Bueno, así…, aquí es fácil.
-
¿Cómo “así”, cómo “aquí”?
-
En un texto escrito.
-
¡Ah, ¿estamos fuera?!
-
Eso parece si.
-
Qué bien, me hace ilusión.
-
Me alegro.
-
Bueno, lo que decía, demasiado perfecto, y pelín
paternalista…
-
Si, es verdad, siempre he sido un ñoño.
-
Papa…
-
¿Si?
-
¿Qué cara tengo?.
-
¿Cara…?
-
Si, rostro, ojos, boca, nariz, mofletes…
-
Muchas mezcladas.
-
Y… ¿cómo me llamo?
-
…
-
Papá, ¿cómo me llamo?
-
Te…
-
…
-
Te llamas… Nerea.
-
Es bonito, ¿de existir me habría llamado así?
-
No habría sido mi decisión exclusiva pero es
probable.
-
¿Y quiere decir algo?
-
Si, “Mía”.
-
Qué posesivo.
-
Bueno, lo supe después, me gustaba la sonoridad
y como suele ocurrir lo asociaba con alguien real, pero también me gusta, Mia,
mi hija.
-
Me ha dolido.
-
¿El qué?
-
Lo de “real”.
-
Lo siento…
-
No seas tonto, estaba de broma, yo soy real para
ti, basta con una.
-
¿Con una?
-
Si, da igual que seas “real” para millones de
personas, como el Quijote, o solo para una, como yo para ti, los seres
imaginados somos así, versátiles hasta en eso, podemos influir sin tener carne
incluso más que vosotros, podemos ser hasta más po…
-
¿Po…?
-
No importa…
-
”Po”…¿qué? ¿potentes?
-
Si, potentes, poderosos…
-
Si, supongo que sí, tenéis el poder de
transformar el mundo y a la gente más que la mayoría.
-
Bueno, eso el Quijote.
-
O Sancho Panza…, cervecera…
-
Eso.
-
Eso pues.
-
Oye, ahora que lo dices..
-
¿Qué digo qué?
-
Lo de “pues”.
-
Ah.
-
Si estuviera ahí contigo…
-
Lo estás.
-
Ya, pero digo… si estuviera ahí, hecha de carne,
de hueso y de un poquito de ansiedad nerviosa, como tú por ejemplo…
-
Puñetera, pitufa puñetera carapapa…
-
¿Qué sería diferente en esta conversación? ¿o
sería similar?, ¿quizá la habría tenido con mi madre? ¿estaría menos
idealizada?
-
No sé, la verdad…, no lo sé.
-
Es que me gustaría ser más real, al menos para
ti, dime.., dame algo papá, por
favor…
-
Pues ahora que lo dices…
-
¡¿Qué QUÉ?!!
-
No me llamarías papá.
-
¿Ah no?, ¿te llamaría …”Manolo”? ¿como si fueras
el padre de otra?
-
¡Eso prohibido!, prefiero Manuel.
-
Bueno bueno vaale, ¿entonces cómo te llamaría sr.
Manolo?.
-
Me llamarías aita, ya sabes que soy, …que somos,
de origen vasco.
-
Ah, me gusta, gracias… ¡¡gracias …aita!!
-
De nada Nereita.
-
…
-
¿Te has emocionado?
-
Un poco…
-
Yo también.
-
Si, vamos a ir dejándolo por hoy ¿no?, ¿hasta
cuando?
-
No lo sé, pero ya lo sabes…
-
Si, lo sé, estoy ahí contigo, y moriré contigo,
eso dices siempre, aunque es la primera vez que lo escribes.
-
Y otra cosa…
-
¿Qué?
-
También…, de vez en cuando, sólo de vez en
cuando puedes llamarme “Aitacho”.
-
Ah, vale, ¿pero no se escribe con “tx”?
-
Mmm… no, con “ch” de “achuchón”.
-
Genial pá…, genial aitá.
-
Hasta la próxima, te quiero Nerea, te quiero
pitufa.
-
Taluego, te quiero aitacho.