Viene esto a propósito de que estaba sumido en mis “divagaciones de un haragán”, que es como me gusta definir los pensamientos por los que deambulo desde que Jerome K. Jerome me sugirió el concepto sobre a que dedicaba muchas de mis horas tontas, y he ido a topar con la idea de “un mundo no-perfecto”. Y divagando divagando me he puesto un pelín menos haragán y he decidido tratar de desarrollar un poco, sólo un poco, la idea.
Creo yo que este mundo no-perfecto sería algo así como el lejano lugar en el tiempo hacia donde –quizá- nos dirigimos como seres humanos, o al menos al que anhelamos ir muchos de nosotros, pero que se encontraría en cualquier caso muy distante también de ese otro tan trillado “mundo perfecto”, a menudo vivido en la imaginación de tantos pero a la vez tan tenebroso y hasta peligroso, especialmente cuando la idea del mismo ha pretendido ser motor de cualquier cambio en este mundo imperfecto. Resumiendo, no sería este en que vivimos, ni sería aquel otro, traicionera quimera, sino algo intermedio.
En un mundo no-perfecto todos andaríamos desnudos, y no me refiero a la ropa, sino a nuestras emociones, no ocultaríamos lo que sentimos ni a los demás ni a nosotros mismos. En este mundo siempre recordaríamos nítidamente nuestros sueños y los interpretaríamos con relativa facilidad, y rara vez tendríamos pesadillas más que como una reminiscencia de lo que fuimos antaño, y de las cuales nos reiríamos una vez despiertos. En un mundo no-perfecto mentir sería siempre algo infantil y candoroso, el dolor sería parte del gozo y viceversa y a menudo apenas se diferenciaría el uno del otro. En este mundo no-perfecto el misterio existiría sólo como un juego con la finalidad de divertirse, y bailar no se diferenciaría de andar. En este mundo el recurso energético más valioso, pero también el más abundante serían las sonrisas. Las verbos “elegir” y “vivir” serían sinónimos, y muchas palabras como “prisa”, “competencia”, “daño” o “desamor” sólo serían objeto de estudio de los filólogos especializados en lenguas muertas.
En este mundo no-perfecto nadie se molestaría en crear, ni tampoco imaginar, mundos perfectos de ningún tipo, ni siquiera mundos no-perfectos, ni universales, ni personales, pues todos y cada uno de los habitantes sabrían con toda naturalidad que eso de los mundos perfectos eran ideas que servían a sus antecesores para hacerse sus seguras cárceles mentales, confeccionadas laboriosamente con los barrotes de sus miedos. Y sobre todo, que éstas ideas son demasiado abstractas para alguien que no es más –ni menos- que poesía en movimiento, aire, que en el aire vive, …y en el aire vuela.